Esta vez, para bucear

Regreso a Asia junto a mi hermano Fermín. Él es veterano en las cosas del submarinismo, yo lo soy en el continente. Juntos nos sumergiremos en las azules aguas del golfo de Tailandia, en la isla de Ko Tao. Un paraíso terrenal, dicen... y marino.

martes, 31 de marzo de 2015

Pamplona, 1º de abril de 2015

Tecleo estas palabras al filo de la una de la madrugada. Acabo de preparar una mochila que no facturaré en el avión de mañana. Llevo lo mínimo, de ello me ha convencido mi hermano Fermín -que también me ha prestado el macuto-. Junto a él, mi hermano pequeño, pondré rumbo al Sudeste Asiático en unas pocas horas. Por cierto, al mirar la fecha he caído en que hace 76 años que acabó la Guerra Civil, tal día como hoy...

Siempre que emprendo un viaje, vuelvo a reparar en la pereza que da empacar cosas, muchas de las cuales no llegan a salir nunca del petate. Pero esta vez, con Tailandia como objetivo, he sido exiguo al máximo. La razón es que no vamos a trotar demasiado: sólo visitaremos Dubai en la escala de ida, Bangkok un día y medio y radicaremos la mayor parte del tiempo en Ko Tao, una minúscula isla del golfo de Siam, el antiguo y esplendoroso reino de esas lejanas tierras.

Allí vamos a bucear para obtener un título (yo el básico y Fermín el avanzado) por un precio cinco veces más razonable que lo que costaría aquí y en un ecosistema con pescados algo más exóticos y coloridos que las anchoas y besugos de nuestro querido golfo de Vizcaya.

Mientras metía el bañador y las gafas de sol en la mochila, pensaba en mis buenos amigos Mario, Gabri, Edu, Pablo y Alfredo. Teníamos vacaciones incompatibles y ellos volaron antes que yo a una latitud bien diferente. Ahora mismo duermen en alguna remota aldea de Islandia, a varios grados bajo cero y con un cielo cuajado de auroras boreales sobre sus cabezas. Cuando nos despedimos el viernes me dieron mucha envidia, pero al comparar climas pienso en el invierno pamplonés que empezamos a dejar atrás y me doy cuenta de que ahora mismo necesito sol, no hielo. Y que no cambio un mordisco de tiburón toro por un zarpazo de oso polar.

Ardo en deseos de calzarme la escafandra y adentrarme en las aguas del mar del Sur de la China. No negaré que me causa cierta inquietud, una sensación que nunca he experimentado antes: la de moverme varios metros por debajo de la superficie sin saber muy bien qué seres moran por esos mundos subacuáticos. Mi amigo Jon es experto en el asunto y dice que engancha. Lo corrobora otro gran escafandrista: mi compañero en el cole David Beaumont, que esta mañana me daba los últimos consejos de veterano.

En fin y aquí sigo, dándole a la tecla 23 minutos después de empezar. La verdad es que en esta ocasión no sabía si hacer un blog o no. Lo de ser cronista de viajes tiene su aquel, pero también supone un esfuerzo diario (sobre todo para los lectores de tan abultados artículos). Sin embargo, como siempre pasa, en esta ocasión ha terminado convenciéndome de escribir esta bitácora mi abuela Visi. Siempre que parto sigue a diario mis aventuras "por esos mundos de Dios". Tan acostumbrada debe de estar, que ya no me pregunta "¿a qué vas?", ni tuerce el morro cuando le anuncio un nuevo viaje (bueno, en realidad creo que lo que hace es disimularlo). Pues eso, que este blog va por las Rubias y por el insigne portador de la medalla de Carlos III (el Noble, ojo) a quien tanto debo en mi afición como "juntaletras". También va por mis padres y amigos, claro...

Prometo contar los trasiegos de estos dos hermanos que, por primera vez unen sus pasos y sus mochilas para gozar del mejor de los vicios: ver mundo.









1 comentario:

  1. Cuidaos y disfrutad mucho. Aprovechad este viaje entre hermanos, os recordará el Mediterraneo pero a lo grande y esas jornadas de estar, sin obligaciones.. recuerdos.
    Un abrazo grande de vuestras rubias y del "moreno".

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